Educación general y básica


Muchos filósofos han querido explicar cómo debemos comportarnos en la  vida. Hubo un tiempo de luces en que el ser humano se movía por aquello del “haz bien y no mires a quien”. ¿Recuerdan? El imperativo categórico de Kant, el comportamiento racional de Fichte y todo eso.

En nuestro tiempo, donde cualquiera es filósofo en la red ha resurgido un inquietante modo de proceder. La red social donde se vierten silogismos de 140 caracteres o manidos lemas sin contrastar, es la menos social de todas las redes. En realidad  no es un ágora para predicar libremente, sino un lugar donde se está atrapado por el leiv motiv del momento.

La vida real contemporánea está dirigida por una  ingeniería social donde se penaliza la solidaridad y se nos plantean supuestos de suma cero. Intuyo que se estudia en Sociología más a Nash que a Durkheim.

Para que se me entienda te contaré la historia de un buen cazador que tenía en sus batidas como compañero a un buen perro, servicial como el que más.

Un día descubrió que el perro estaba muy lacio y desganado.

—Será porque la mucha confianza que le doy —pensó el exigente amo.

Una mañana de domingo lucía un espléndido sol. Tras el disparo, junto a una retama que había en el sendero, el perro encontró una liebre grande y hermosa, pero tuvo que dejarla allí, por lo mucho que pesaba.

Enterado el cazador, con una vara de olivo le propinó una soberana paliza al animal.

—El perro en su entendimiento canino debió pensar: ¿Por qué me castigas, amo mío? Bien sabes que ni valor ni voluntad me faltan. Las fuerzas y los dientes, por la vejez, los perdí para siempre estando a tu servicio.

La moraleja dice “al desagradecido, desprecio y olvido”. Yo creo que antes de llegar a esto es mejor saber quien se merece nuestra ayuda y a quien pedírsela.  
Lo del agradecimiento eran cosas que se enseñaban en otros tiempos, cuando la educación era general, con libreta, lápiz y goma de borrar. 
No hacía falta que fuera secundaria, nos bastaba  con que fuera básica.

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