Calle Angostilla.

La calle más estrecha de la villa, antes se llamó Ramón y Cajal y guarda las sabias enseñanzas que nacen del pueblo.

Cuentan que antes de los adoquines de granito la calle estaba empedrada. Otros quisieron convencernos de que bajo los adoquines había arena de playa. Recuerdo cuando adoquinaron la calle Angostilla a finales de los ochenta. Era más bien arena del río.

Esta calle tiene el honor de ser más la estrecha de la villa. No por su dimensión guarda menos historia que otras. La vía compuesta por 20 viviendas conecta dos plazas: la de la Reina y de los Enanos, en su encruzujida con travesera de Santiago.
En el sentido numérico ordinal, la calle comienza entre dos casas emblemáticas.
La del número 2, tiene un señorial forjado y es conocida por haber sido vivienda de personas importantes. Dicen que fue residencia de un antiguo alcalde, Don Francisco Castilla del Moral, a la sazón veterinario. Años más tarde pasó a ser propiedad de un genial pintor que llevó el nombre de la villa por todas las galerias de arte. José, no sólo destacó por los numerosos cuadros pintados sino también por sus versos y relatos. Uno de ellos premiado en el Certamen que anualmente la villa celebra. Por encima de todo eso, guardaré un grato recuerdo de esta excelente persona.
La calle continúa con una leve ondulación entre casas que han sido reformadas sabiamente y culmina su angostura a la mitad del trayecto. En la parte alta puede apreciarse un leve ensanchamiento, como si quisiera filtrar al viajero.
Algunas viviendas conservan los dinteles de granito realzando la idiosincrasia constructiva de otros tiempos, que junto al forjado de sus ventanas y balcones hacen la conjugación ideal para ser apreciadas.

Puedo dar fe de que además de lo descrito, lo mejor de esta calle son sus residentes. Todos, sin excepción.

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